martes, 3 de mayo de 2016

EL LADRÓN DE BICICLETAS (Por Arantxa Carricoba)

EL LADRÓN DE BICICLETAS – VITTORIO DE SICA (1948)

Título original: Ladri di biciclette
Año: 1948
Duración: 93 min.
País: Italia Italia
Director: Vittorio De Sica
Guión: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Gherardo Gherardi, Suso Cecchi D'Amico, Oreste Biancoli, Adolfo Franci, Gerardo Guerrieri (Novela: Luigi Bartolini)
Música: Alessandro Cicognini
Fotografía: Carlo Montuori (B&W)
Reparto: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Vittorio Antonucci, Giulio Chiari, Fausto Guerzoni, Elena Altieri
Productora: Produzioni De Sica (PDS)
Género: Drama | Neorrealismo. Trabajo/empleo

 Esta película de 1948 está basada en la novela homónima de Luigi Bartolini, siendo ésta publicada en 1945. Es una de las películas más emblemáticas del Neorrealismo italiano, y obtuvo el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Este periodo del cine italiano surge a partir de 1945, tras la caída de Mussolini, en que el cine se libra de las ataduras impuestas por la dictadura y empieza a experimentar. Uno de sus rasgos más característicos es que deja de reflejarse la imagen de una Italia poderosa y se muestra la realidad devastadora del país en forma de documentales, sin emplear actores reconocidos sino personas que narraban sus experiencias reales. De esta manera, desaparece el contrato implícito del final feliz impuesto, ya que se veía el cine no como entretenimiento sino como método de crítica. Además, eran películas más austeras: se grababa en escenarios naturales en lugar de estudios y decorados, se redujo la iluminación al mínimo… Así, los sentimientos de los personajes cobran relevancia frente a la composición de la trama: lo más importante era mostrar la cruda realidad

Vittorio de Sica nació en Nápoles en 1901. Estudiaba contabilidad cuando un amigo le convence de que pueden ganar algo de dinero en el cine, por entonces un arte en desarrollo. A partir de ese momento decidió dedicarse a la interpretación. En poco tiempo forma su propia compañía teatral, y adquiere un gran prestigio sobre los escenarios y en la gran pantalla, que no abandonaría a lo largo de su vida. Una vez en la cumbre del estrellato en Italia, De Sica consigue impulsar sus proyectos como director. Debuta con Rosas escarlatas. A partir de 1944 trabaja junto a Cesare Zavattini, que le ayudó en gran parte de sus películas, de las cuales El ladrón de bicicletas está considerada como una de las mejores. Murió el 13 de noviembre de 1974 en Neuilly-sur-Seine, Francia, tras operarse de un quiste en el pulmón.

El filme fue rodado tras la Segunda Guerra Mundial y la caída de Mussolini del poder tras 22 años de régimen fascista. Esto reveló un país no tan poderoso como el dictador dejaba entrever a través del velo de la dictadura. Italia estaba hundida, social y económicamente. El paro era uno de los mayores problemas, como se ve en la primera escena cuando la oficina de colocación le encuentra un trabajo a Ricci tras dos años de desempleo, mientras decenas de personas esperan su misma suerte detrás de él. Las desigualdades también son notorias: cuando Antonio y Bruno van a comer a un restaurante, ellos apenas pueden permitirse el pan con queso mientras la familia de la mesa de al lado come un auténtico festín.

Como ya dije, la película comienza con un grupo de hombres a los que se les está asignando un empleo. Conocemos al protagonista, Antonio Ricci, a quien han ofrecido un empleo para el que necesita una bicicleta. Sin embargo, él y su mujer la habían empeñado recientemente para conseguir dinero. Aun así, empeñan varios juegos de sábanas para recuperarla a cambio. La mala suerte quiere que le roben la bicicleta en su primer día, y aunque pone una denuncia, no le prometen que la vaya a recuperar. Intenta buscarla por su cuenta junto a su hijo Bruno, recorriendo toda la ciudad en su busca. Creen haber encontrado al perpetrador del robo, pero la gente se pone en contra de Antonio y tiene que renunciar a que ese hombre le devuelva su bicicleta. En ese momento, observamos como el protagonista se debate entre si podría robar él mismo una bicicleta o no; finalmente decide intentarlo, y le dice a su hijo que se vuelva a casa para que no le vea. Sin embargo, la gente empieza a perseguir a Antonio y su hijo lo ve. Antonio siente cómo ha perdido su dignidad delante de su hijo y de sí mismo. El film se cierra con la vuelta a casa de padre e hijo mientras cae la noche sobre la ciudad de Roma.

El protagonista, Antonio Ricci, es interpretado por Lamberto Maggiorani. Se trata de un hombre que lleva dos años en el paro, desesperado por poder sostener a su familia. En realidad, es el retrato de cualquier italiano de la época. Es un hombre honrado que a lo largo de la película se siente más y más humillado y desesperado por recuperar su bicicleta, y acaba por rebajarse a robar una bicicleta, perdiendo así la honradez y respeto de los que hace gala durante el filme. Su hijo Bruno, interpretado por Enzo Staiola, tiene 6 años y trabaja en una gasolinera en lugar de ir al colegio. Siente admiración por su padre, aunque en la película hay varios momentos en los que se siente dolido e incluso decepcionado: cuando su padre le pega, cuando lo deja solo en el puente y, finalmente, cuando le ve robar la bicicleta.




Casi como si fuera un personaje más, la sociedad italiana juega un papel importante en la película. El abundante uso de planos generales en los que no se enfoca a nadie en concreto sino al conjunto da esa sensación. El protagonista sale de la multitud al inicio de la película y vuelve a ella al final. Sin embargo, tiene cierta connotación negativa: una sociedad dominada por el egoísmo, en que nadie ayuda a nadie si puede evitarlo y el protagonista se ve atrapado al estar todos en su contra, contribuyen que al final él mismo decida seguir esa actitud y robe la bicicleta. Además, el título original dice ladrones, en plural, lo que nos da una idea de que todos los italianos son posibles ladrones.


Esta película emplea pocos recursos cinematográficos, más bien se apoya en los distintos planos para transmitir según qué emociones, con el apoyo de diálogos (o la ausencia de ellos) y la banda sonora. Tampoco es que sean necesarios, ya que al mostrar una historia tan cotidiana que podría aplicarse a cualquiera de los transeúntes que aparecen en la pantalla quizá la película habría salido perdiendo, por resultar recargada o artificial. Así, los planos generales que predominan, el uso de algún travelling, la impactante fotografía en blanco y negro, la preciosa banda sonora y el uso limitado de diálogo, se ven realzados gracias al impecable estilo a la hora de transmitir los sentimientos de los protagonistas.

Trabajo realizado por Arantxa Carricoba




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